Muchas veces nos sentimos atacadas, ofendidas, heridas, sin darnos cuenta de que esa actitud es una reacción y, como tal, podemos controlarla. Además de que si nos sentimos así, le damos el poder a la otra persona de afectarnos.
Creo que la clave para evitar esto es la serenidad, que vendría de la observación y la aceptación conscientes.
Si alguien dice algo que te duele, te remueve, te molesta, lo primero es parar y no reaccionar. Hacerte consciente de que no controlas a los demás y observar serenamente la situación, como desde fuera, desde un vacío que no te influye.
Entonces, desde ahí, podrás aceptar que la visión, la verdad, la realidad de la otra persona no tiene por qué ser la misma que la tuya. Y eliges no engancharte a su emoción.
Por último, tan importante como lo anterior, es que mires en tu interior si lo que te ha dicho te resuena, en cuyo caso puedes dar a las gracias a esa persona por habértelo hecho ver y aprovechar para mejorar, para crecer. Pero si no te resuena, entonces lo ideal sería devolvérselo con amor, contestar que eso no te corresponde, sin entrar en discusión.
Cuánto más liviana sería la vida si actuáramos así, si sintiésemos esa conexión con nosotras mismas para permitirnos sernos amables, ser amorosas con los demás, y dejar de sufrir por lo externo.
Te recuerdo que aceptar no es permitir que te perjudiquen. Piénsalo, es justamente al contrario. Tú eliges, tú tienes el poder, porque no puedes controlar lo que dicen los otros, pero si te puedes dominar a ti misma.
Te invito a que reflexiones sobre esto. Y que, a partir de hoy, reacciones menos y te ames más.
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