Escribir es algo inherente al ser humano.
Independientemente del nivel cultural e incluso del hábito de hacerlo. Aunque no hayamos estudiado, apenas sepamos defendernos escribiendo, o no tengamos costumbre de escribir, en algunos momentos sentimos ese impulso, esa necesidad de plasmar nuestros pensamientos, deseos, inquietudes…
Puede que sea una vez en la vida o en ocasiones puntuales, pero difícilmente podremos evitar usar la escritura como canalizador emocional.
¿Quién no ha escrito algún poema siendo adolescente? ¿Nunca has escrito una carta a alguien expresando eso que nunca te atreviste a decirle en persona? Es lo más normal, como también deshacernos después de esos textos, avergonzados, como si al eliminarlos nos quitáramos de encima esa pesadumbre de no saber escribir «bien».
Sin embargo, escribir no es ninguna osadía. Es un acto más bien sencillo, al que todos podemos acceder simplemente cogiendo un lápiz y un papel. Porque esa capacidad nos es dada por naturaleza.

Y eso le ocurre a mi madre de vez en cuando. Que se sienta a escribir, plasma lo que jamás sería capaz de decirme, pero luego me pide que le corrija el texto. Ciertamente tiene muchas faltas de ortografía, porque nunca tuvo la oportunidad de aprender más, pero lo que importa no es eso sino lo que expresa. Ella se escandaliza mientras me ve marcar los errores y solo habla de eso, como si el contenido así no existiera. Pero existe y lo ha escrito ella. Y yo respeto su pudor, la felicito por haberlo hecho, sin mencionar el tema. Y me alegro tanto de que saque así lo que siente, como me alegro de conocerla un poquito mejor por sus escritos. Y me sorprenden algunas expresiones, porque no hace falta ir a la escuela ni leer a los clásicos para entender lo que siente nuestro corazón.
Así que la escritura es como una amiga íntima, con la que nos encontramos a solas y podemos contarle nuestros secretos con total confianza.
Para escribir solo hay que abrirse, soltarse, dejar de lado a nuestro censor interno, olvidar las reglas. Porque escribir, como sea, es mejor que no escribir.
¡Adelante!
cada entrada tuya es un regalo 😀
Oh, muchas gracias, Aida.
Preciosa forma de conectar con tu mamá