Recuerda que estás viva.
No olvides ajustarte al plan de la Naturaleza
para sanarte.
Entra en contacto con los cuatro elementos:
tierra, agua, aire y sol.
Camina descalza
sobre la hierba,
sobre la arena,
descarga tensiones
y equilibra tu energía.
Aquieta tu mente,
respira consciente,
despierta a la vida que transcurre
entre inspiración y expiración.
Toma el sol,
siente su calor,
impregna tu piel
y nútrete de luz y de vida
para tus huesos,
para tu alma.
Descansa,
abandónate a un sueño reparador
y no pienses,
detén tu mente
y duerme.
Madruga,
levántate con el día.
Activa tus sentidos,
camina,
lee,
observa,
estírate
y deja que la savia vital
corra por tus venas.
Ámate.
Come sano,
no comas mucho.
Ten hábitos saludables,
que dicen tanto de cuánto
te quieres.
Cuídate.
Tente en cuenta.
Di que no más veces,
cuando de verdad no te apetezca.
Piensa menos y siente más.
No juzgues.
Sé agradecida.
Sé honesta contigo misma.
No sobrevivas.
Vive en plenitud.
Sí.
Celebra la vida.
Rompe la rutina.
Disfruta simplemente por existir.
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