¿Qué tal? ¿Hiciste el ejercicio que te propuse ayer? Parece algo sencillo, incluso es posible que ni siquiera lo hicieras, pensando que es una tontería, pero eso, amiga, es lo que te dice tu mente porque se resiste a hacerlo. Seguramente te miras al espejo varias veces al día, al menos una, pero de una forma somera, fijándote solo en tu aspecto. Y he de decirte que tú no eres tu apariencia. Si no puedes «enfrentarte» a ti misma en un espejo… ¿cómo afrontas la vida?, ¿cómo te relacionas con los demás? Sales de casa cada día arreglada para el mundo exterior -y está bien que lo hagas, estar guapa y sentirte bien con tu físico también repercute en tu autoestima, claro-, pero sueles descuidar lo más profundo, sin darte cuenta que tu verdadero ser interno es lo que realmente se proyecta fuera de ti.
Mirarnos de verdad, con el corazón, sumergiéndonos en el fondo de nuestro ojos, no es una tarea fácil, en gran medida porque vivimos en un mundo enfocado a lo externo, lleno de ruido, prisas y superficialidad. También porque desde niñas nos han enseñado otras tareas supuestamente más importantes, obviando nuestro autoconocimiento. Sin embargo, es primordial la conexión con el yo interior, con el verdadero ser que somos, más allá de las apariencias.
Dedicar un ratito cada día a contemplar tu reflejo y acostumbrate a hacerlo con amor y benevolencia, hablándote con cariño, mirándote con respeto, diciéndote lo hermosa que eres, lo perfecta que eres, pese a tus defectos, tus errores, tus inseguridades, es un ejercicio que te ayudará a reconocerte, a valorarte, a relativizar los problemas, a no juzgarte… Y por ende, mejorará tu relación con los demás, porque el amor que te des a ti misma será el que recibas, porque así podrás también mirar a las personas con quienes hables a los ojos y descubrir al ser maravilloso que hay en todas ellas, con quien además estás conectada en el todo del Universo.
Si sueles hacer este ejercicio del espejo, enhorabuena. Si lo hiciste ayer motivada por mi propuesta, te invito a que no dejes de hacerlo, a que te habitues a ello y aprecies los resultados. Si aún no te has animado, me gustaría decirte que no pierdes nada por intentarlo al menos, que puede resultarte incluso divertido hasta que llegues a la profundidad que conlleva; si, por el contario, te sientes violenta, son tus resistencias y es urgente que alimentes tu autoestima, porque la valía que tienes solo tú puedes dártela.
Busca en tus ojos la luz que eres.
¡Adelante!
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